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“La crisis de acceso a la vivienda en España: jóvenes atrapados entre precios y escasez”

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La escasez de vivienda en España

La escasez de vivienda en España se ha convertido en una crisis de acceso que afecta con especial dureza a jóvenes y también a personas en etapas más adelantadas de la vida. En ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga, la combinación de precios disparados, oferta residual y requisitos extremos ha convertido la emancipación en un horizonte casi inalcanzable. En 2024, el 20,4 % de los hogares vivía de alquiler, una cifra histórica, frente al 13 % de 2005 . Esa circunstancia, lejos de mejorar, se agrava: solo el 14,8 % de los jóvenes han logrado emanciparse, la tasa más baja registrada . El desequilibrio entre ingresos y precios es alarmante. En general, los españoles dedicaron en 2024 una media del 47 % de su sueldo bruto al pago del alquiler —muy por encima del límite del 30 % que se considera sostenible—, mientras que en Madrid y Cataluña ese esfuerzo se elevó al 71 % y 64 %, respectivamente . En ese contexto, el 92,3 % del salario juvenil resulta necesario para afrontar un alquiler —la emancipación juvenil se desplomó al 15,2 % . Los precios tampoco dan tregua. En Madrid, el alquiler de un piso de tres habitaciones ha pasado en cinco años de costar 1 200 € a rozar los 2 300 €, según experiencias compartidas en redes sociales. Y en general, los precios de arrendamiento en capitales como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga han subido más de un 10 % interanual en 2025 . El número de hipotecas se ha disparado a máximos de 14 años —243 257 préstamos en el primer semestre, un 25 % más que en 2024—, a pesar de la escasez de oferta. Aun así, el acceso a la vivienda es extremadamente limitado. Las habitaciones en pisos compartidos, a menudo el último recurso de muchos jóvenes, también se han encarecido: en Barcelona el precio medio está en 570 €, en Madrid en 527 €, a pesar de que la oferta subió un 24 % . Además, aunque la construcción ha mostrado cierta recuperación, aún hay un déficit estructural de vivienda: el Banco de España estimó entre 450 000 y 600 000 viviendas faltantes para equilibrar oferta y demanda. Las consecuencias son palpables: miles de jóvenes abandonan la búsqueda de vivienda propia o de alquiler, y la edad de emancipación se retrasa cada vez más, con España por encima de la media europea en este punto. La precariedad y la exclusión residencial se multiplican: más del 40 % de los inquilinos destina más del 30 % de sus ingresos —y varios superan el 40 %—, lo que genera pobreza tras pagar el alquiler. Esta evidente crisis de acceso, especialmente crítica para los más jóvenes, se debe a una escasez crónica de oferta, falta de suelo edificable y rigidez urbanística. Desde 2015 se han iniciado de media 75 000 viviendas al año, frente a los casi 120 000 nuevos hogares que se formaban, lo que revela un déficit estructural. El resultado no puede interpretarse como un reto generacional menor: estamos ante un problema estructural de acceso que erosiona la cohesión social y la igualdad de oportunidades. Muchos jóvenes están condenados a compartir hasta bien pasados los 30 años, congelando su capacidad de ahorro, compraventa o movilidad. La alarma no viene de un sector, sino del razonamiento de que un derecho fundamental se está convirtiendo en un lujo inaccesible.